A 37 años exactos de la muerte del fotógrafo chileno, tras ser quemado vivo por una patrulla militar, el polifacético artista Víctor Contreras y el músico de Illapu José Miguel Márquez -autor y compositor de la pieza, respectivamente- cuentan detalles sobre el origen y camino propio de esta canción hecha en Alemania Oriental, y que se convirtió en un clásico de la banda antofagastina y un himno por la defensa de los derechos humanos. Contreras -un personaje casi incógnito en Chile- habla por primera vez sobre este tema.
Por Cristian González Farfán
En 1986 el músico José Miguel Márquez estaba separado de Illapu, no por controversias con los otros miembros del grupo ni nada parecido. En 1984 se había mudado a Berlín Oriental para estudiar gracias a una beca en la prestigiosa Escuela Superior de Música Hanns Eisler. Pasaba días florecientes en su regreso a la vida de estudiante, cuando una noticia desde su patria lejana -cuenta él- le clavó una puñalada en el corazón: un fotógrafo de 19 años nacido en Valparaíso, llamado Rodrigo Rojas De Negri, había muerto producto de las graves quemaduras provocadas por militares que le prendieron fuego tras rociarlo con bencina.
«Me conmovió mucho por la juventud de Rodrigo y por la crueldad del hecho mismo. Y pensé en primera instancia qué hacer para que algo tan terrible no fuera olvidado y no quedara como un hecho más. Me rondaba la idea de escribir una canción y lo que me apuró un poco fue que Carmen Gloria Quintana -sobreviviente del macabro suceso ocurrido el 2 de julio de 1986- iba a Berlín del Este al Festival de la Canción Política y me habían invitado a cantar. Ahí fue cuando dije: tengo que hacer algo respecto de lo que le sucedió a Rodrigo», explica José Miguel Márquez, mientras bebe una taza de café en la comuna de Providencia. Márquez permaneció oficialmente fuera del grupo hasta 1994, seis años después del retorno de Illapu a Chile.
José Miguel recuerda que trazó las primeras líneas de un texto, pero «no lograba cerrar la idea», apremiado por los tiempos. «Dejé de lado varias cosas para dedicarme a escribir la canción y tenía muchos pensamientos que decir, pero había que resumirlos en cuatro estrofas», agrega el creador nortino. En esa bruma de ideas, asegura, se acordó de un amigo chileno llamado Víctor Tapia. Y la historia de la canción cobró otro vuelo.
«Víctor vivía en la República Democrática Alemana en el exilio y era pintor. Había trabajado en los años 70 en la Brigada Ramona Parra y había pintado murales en Berlín. Escribía obras de teatro infantil y yo lo acerqué un poco a la música a escribir textos», revela el cofundador del conjunto antofagastino.
José Miguel Márquez cuenta cómo involucró a Víctor Tapia.
El otro -casi anónimo- protagonista
Poco y nada se sabe en Chile de la vida de Víctor Tapia, cuyo nombre real es Víctor Contreras Aguilera. Hasta ahora no había concedido entrevistas sobre este tema, ni existen fotos de él en Internet. Sólo al hurgar por la versión alemana de Google aparecen algunas entradas en las que se consigna su destacada trayectoria como artista visual, dramaturgo y director de teatro infantil y político en Berlín. Radicado desde principios de los 90 en Madrid, Víctor Contreras (o Tapia) escribió el texto al que luego Márquez le añadió la música. Titulado en la Escuela de Diseño de la Universidad de Chile, Contreras emigró a Berlín Oriental en 1975 y estuvo ahí hasta poco después de la caída del muro. En esa ciudad trabajó cerca de seis años en el Teatro Máximo Gorki, y escribió -según su estimación- más de 100 obras dramáticas durante toda su residencia en la República Democrática Alemana (RDA).
De hecho, firmaba como Víctor Contreras sus obras de teatro, mientras que el Víctor Tapia lo usaba para sus cuadros, afiches y, en general, su obra gráfica o pictórica. Adoptó el seudónimo Víctor Tapia por dos razones: por un hermanastro llamado Raúl Tapia y en homenaje a su padre Víctor Contreras Tapia, señero militante comunista, que fue senador por Tarapacá y Antofagasta, regidor y alcalde de Tocopilla y ministro de Tierras y Colonización de Gabriel González Videla, luego relegado a Melinka por la llamada «ley maldita». El padre partió al exilio a la RDA antes que su hijo. «Soy hijo de un viejo comunista, como la canción del Manuel García», dice sonriendo Contreras Aguilera desde Madrid, a través de la pantalla de Zoom.
Bajo el seudónimo de Víctor Tapia, Contreras trazó los versos de «Para seguir viviendo», habiendo escrito hasta ahí sólo obras de teatro. Su versión acerca del origen de la canción, sin embargo, difiere de la que plantea Márquez. «José Miguel no llegó a mi casa a pedir que hiciéramos algo. Esto nació porque yo escuché la noticia de Rodrigo Rojas en la radio. Esa vez llegó mi padre a mi casa, y yo le conté que habían quemado a un chico y a una chica que estaban protestando contra la policía chilena. Le dije a mi padre que esto me había llegado tan al alma que escribí un poema y se lo leí. Algo más tarde pasó por mi casa José Miguel. Yo le enseñé la poesía y le pregunté ‘¿te gusta esto? Podrías hacer una canción’».
Márquez, en cambio, señala que le encomendó algunos elementos a Víctor para incorporar al texto. «Le dije que la canción debía perdurar en el tiempo, que tenía que motivar a la gente, que la conmoviera ante este hecho tan terrible». Un día -recuerda Márquez- apareció Víctor Contreras con la letra y «empezamos a revisar las variantes que tenía y una de ellas me convenció rápidamente, pero seguramente le incluimos un verso de las otras variantes».
No obstante, Víctor Contreras asegura que el texto original que escribió a máquina -cedido a Agencia Trova para esta investigación- no sufrió variaciones, salvo por un detalle al final que, en su opinión, alteró todo el sentido del mensaje. «En todo el poema es Rodrigo Rojas el que está hablando en primera persona y ellos le cambiaron el sujeto [del enunciado]. Mi texto termina con ‘mi voz seguirá viviendo’. El Illapu al final le agrega ‘tu voz seguirá viviendo’. No me gusta que se haya perdido la poesía», señala Contreras. Como sea, «Para seguir viviendo» se convirtió en la canción más icónica dedicada al joven fotógrafo chileno. Rodrigo -nacido y criado en el Cerro Bellavista de Valparaíso- falleció un día como hoy, el 6 de julio de 1986, cuatro días después de sufrir el ataque de la patrulla militar.
-Víctor, ¿cómo se le ocurrió esa metáfora central de las hojas y las llamas?
– Simplemente había que transformar las llamas en hojas. Yo toda mi vida he sido comunista, pero la política a poto pelado es una mierda de política; en cambio, si la trabajas con otros elementos, puedes convencer a alguien.
Una música solemne al texto de Contreras
José Miguel Márquez estima que hizo la música en el transcurso de una semana. Solía hacer canciones rítmicas, más asociadas a la sonoridad andina, pero estaba convencido de que «Para seguir viviendo» debía seguir la línea de la música de «Aunque los pasos toquen», poema de Pablo Neruda que él también había musicalizado.
«Yo ahí dije: tengo que ir en esta dirección. Tiene que ser algo solemne, que conmueva, pero que no sea en acordes menores, ya que estas canciones tienen un dejo de tristeza. A mí me interesaba que no fuera algo triste, que a la gente, a pesar de los años, le llegara a la piel al momento de escucharla», recuerda Márquez.
El compositor nortino se inclinó por hacer la misma música para las cuatro estrofas, sin estribillo, y cree que consiguió el efecto esperado. La primera persona que escuchó «Para seguir viviendo» fue Elke, su ex esposa alemana, a quien le encantó la melodía y la lírica de la canción. Luego se la presentó a otros amigos. Recuerda que la reacción, tras la parte final del «Rodrigo Rojas en llamas, tu voz seguirá viviendo», era de un rotundo silencio. El hito se cristalizó, según José Miguel, cuando cantó por primera vez el tema en público en febrero de 1987, en el citado Festival de la Canción Política en Berlín Oriental, con Carmen Gloria Quintana sentada entre el público.
Hay dos arreglos sutiles de Márquez que enriquecen «Para seguir viviendo». Uno, quizás más elocuente, es la introducción en guitarra con la melodía del himno nacional chileno; y otro, casi imperceptible, en el interludio y final del tema, donde hay una delicada referencia en zampoña a la canción «Venceremos», compuesta por un coterráneo de los fundadores de Illapu: el virtuoso músico antofagastino Sergio Ortega.
«Eso de incluir ‘Venceremos’, junto con el himno nacional, es como un llamado de atención para quien escucha. Lo de ‘Venceremos’ la gente no lo sabe. Creo que es primera vez que lo cuento», revela Márquez, entre risas. La música final -esta vez- le pareció «preciosa» a Víctor Contreras, en oposición a lo que había ocurrido con el poema de su autoría.
El primer track de «Sonidos» (2005), primer disco solista de José Miguel Márquez, es «Para seguir viviendo», con arreglos de piano de Jürgen Ganzer. Estuvo pensada en la primera versión que José Miguel envió a Roberto.
Un infaltable en el repertorio de Illapu
Aunque se había retirado de Illapu mientras estudiaba en la Hanns Eisler de Berlín, Márquez nunca se desconectó del quehacer de la banda ni de su hermano Roberto Márquez. En julio de 1986, cuando ocurrió el crimen contra Rodrigo Rojas, Illapu ya se había mudado desde París a Ciudad de México. José Miguel recuerda haberle enviado un registro de «Para seguir viviendo» a Roberto, con arreglos en piano, junto a una banda de músicos alemanes con los que tocaba en ese entonces. En dicha grabación participó como pianista y arreglador Jürgen Ganzer, quien fuera su profesor de teoría y solfeo en la escuela de música berlinesa. Fue el único pianista con el que trabajó José Miguel durante su estadía en Alemania.
«Roberto quedó conmovido», recuerda José Miguel. Roberto hizo las adaptaciones necesarias a la canción, de manera que fuese interpretada por Illapu, aunque, reconoce José Miguel, «yo siempre he hecho mis canciones siempre pensando en la posibilidad de que las tome el grupo». Según Alejandro Vargas, músico y multiinstrumentista chileno radicado en Australia, la primera vez que Illapu tocó en vivo «Para seguir viviendo» fue en un concierto fechado el 24 de abril de 1987 en el Teatro de la Ciudad, ubicado en el centro histórico de Ciudad de México, en el que Carlos Elgueta -integrante de la banda- realizó una sentida introducción sobre lo que le había ocurrido a Rodrigo y Carmen Gloria hacía menos de un año. Alejandro Vargas había gestionado un ciclo de tres recitales de Illapu en dicho recinto, junto al productor mexicano Julio Solórzano Foppa. Por eso recuerda muy bien el episodio. Guarda afiches y registros sonoros inéditos de esas jornadas.
Tan hondo caló la canción en Roberto Márquez, que Illapu tituló el nuevo disco con el nombre de la canción dedicada a Rodrigo Rojas De Negri: «Para seguir viviendo». Este álbum fue grabado en el estudio Igloo de Bruselas (Bélgica) algunos meses después de su estreno en vivo en México, aún en 1987. José Miguel Márquez, todavía fuera del grupo, viajó desde Berlín a Bruselas para participar como invitado en la grabación. El disco fue lanzado al año siguiente, en 1988, poco antes del retorno de Illapu a Chile, consumado el 17 de septiembre de aquel año. José Miguel ya había participado como invitado en el anterior disco de Illapu, «De libertad y amor», grabado en el mismo estudio Igloo y lanzado en 1984.
Apenas reincorporado a la vida en Chile, Illapu celebró -como se conoce- un multitudinario concierto de reencuentro con el público chileno en el Parque La Bandera el 24 de septiembre de 1988, en el marco de una concentración en apoyo a la opción NO del plebiscito del 5 de octubre de ese año. En dicho recital también se interpretó «Para seguir viviendo». José Miguel, una vez más, participó como invitado. «Recuerdo que de nuevo pedí permiso en la escuela de música de Berlín para ir a Chile porque iba a haber un concierto muy masivo. Estuve ocho o nueve días, ni siquiera me quedé para el plebiscito. Volví a Berlín y me reintegré al Illapu recién a mediados de los 90», evoca José Miguel.
«Roberto quedó conmovido», recuerda su hermano José Miguel. Roberto hizo las adaptaciones necesarias a la canción, de manera que fuese interpretada por Illapu, aunque, reconoce José Miguel, «yo siempre he hecho mis canciones siempre pensando en la posibilidad de que las tome el grupo». Según Alejandro Vargas, músico y multiinstrumentista chileno radicado en Australia, la primera vez que Illapu tocó en vivo «Para seguir viviendo» fue en un concierto fechado el 24 de abril de 1987 en el Teatro de la Ciudad, ubicado en el centro histórico de Ciudad de México, en el que Carlos Elgueta realizó una memorable introducción sobre lo que le había ocurrido a Rodrigo y Carmen Gloria hacía menos de un año. Alejandro Vargas había gestionado un ciclo de tres conciertos de Illapu en dicho recinto, junto al productor mexicano Julio Solórzano Foppa. Por eso recuerda muy bien el episodio.
Para simbolizar cuán hondo caló la canción en Roberto Márquez, Illapu tituló el nuevo disco con el nombre de la canción dedicada a Rodrigo Rojas De Negri: «Para seguir viviendo». Este álbum fue grabado en el estudio Igloo de Bruselas (Bélgica) algunos meses después de su estreno en vivo en México, aún en 1987. José Miguel Márquez, por entonces aún fuera del grupo, viajó desde Berlín a Bruselas para participar como invitado en la grabación. El disco fue lanzado al año siguiente, en 1988, antes del retorno de Illapu a Chile, consumado el 17 de septiembre de aquel año. José Miguel ya había grabado como invitado en el anterior disco de Illapu, «De libertad y amor», grabado -en el mismo estudio Igloo- y lanzado en 1984.
Apenas reincorporado a la vida en Chile, Illapu celebró -como se conoce- un multitudinario concierto de reencuentro con el público chileno en el Parque La Bandera el 24 de septiembre de 1988, en el marco de una concentración en apoyo a la opción NO del plebiscito del 5 de octubre de ese año. En dicho recital también se interpretó la canción «Para seguir viviendo». José Miguel, una vez más, participó como invitado. «Recuerdo que de nuevo pedí permiso en la escuela de música de Berlín para ir a Chile porque iba a haber un concierto muy masivo. Estuve ocho o nueve días, ni siquiera me quedé para el plebiscito. Volví a Berlín y me reintegré al Illapu recién en 1994», evoca José Miguel.
«Para seguir viviendo» ha trascendido en el tiempo: es un clásico en el repertorio de Illapu y se ha convertido en un himno por la defensa de los derechos humanos. Sin ir más lejos, el pasado domingo 2 de julio, Roberto Márquez, en solitario, interpretó la canción en un acto conmemorativo realizado en la Plaza Rodrigo Rojas De Negri, de la Población Los Nogales, en Estación Central, a pocas cuadras del lugar donde el joven fotógrafo fue quemado vivo. Roberto tocó la pieza delante de Verónica De Negri, madre de Rodrigo e histórica activista en la lucha por verdad, justicia y reparación por los crímenes cometidos en dictadura. Tras la interpretación de Roberto, el público aplaudió a rabiar en la parte final en que el fotógrafo es nombrado explícitamente.
«El tiempo me ha dado mucho la razón, porque cada vez que interpretamos esa canción es un momento muy increíble el que se produce, tanto para nosotros como para el público, pese a que la hemos cantado muchas veces. Nos cuesta tocarla, porque las emociones suben y se nos rompe un poco la voz. La hemos tocado algunas veces delante de Verónica De Negri. Yo no la conocía y la saludé una vez en el Teatro Caupolicán. Le conté que yo había hecho la canción con un amigo. Ella no lo sabía», asegura José Miguel. Víctor Contreras aún no conoce en persona a Verónica De Negri.
En tanto, Verónica De Negri recuerda así el momento en que escuchó «Para seguir viviendo» por primera vez. «Yo no sabía de la canción y fui a Chile por trámites legales del juicio de Rodrigo. Mi hermano me contó que había un concierto del Illapu en el Estadio Víctor Jara en el que cantarían una canción muy bonita dedicada a Rodrigo. Partí con uno de mis sobrinos. Cuando empezó la canción, se me vino al mundo abajo por las emociones, se me subió la sangre. Yo conocí la canción recién en este siglo, porque cuando se hizo, yo estaba viajando por el mundo. Además, Rodrigo amaba a los Illapu y le gustaba ‘El Negro José’. Lo recuerdo cuando chico pararse en las butacas del Aula Magna de la Universidad Santa María, en un concierto de Illapu, pidiendo ‘El Negro José’». Ella siente que «Para seguir viviendo» es una «canción muy filosófica y profunda», pletórica de «amor, ternura, sensibilidad y de preocupación por denunciar sin hacer daño», y que le sigue tocando el corazón como la primera vez.
No fue el único proyecto en que el autor y el compositor de «Para seguir viviendo» trabajaron juntos en Berlín. José Miguel Márquez hizo la música de la obra de teatro «Garcia», de Víctor Contreras, dedicada a Federico García Lorca y estrenada el 24 de julio de 1987 en el Teatro Máximo Gorki. En tanto, la canción «Nicaragua», cuya letra pertenece a Contreras, fue musicalizada por Márquez e incluida en «Puentes» (2008), su segundo disco solista. Al margen de ello, Contreras trabajó en Berlín con Inti Illimani en su obra de teatro «Un vuelo sobre los Andes» (cuyos textos fueron musicalizados por Horacio Salinas), estrenada en enero de 1987 en el Teatro Volksbühne; y escribió una obra infantil dedicada a Valentín Trujillo, titulada «El pincel y su tío Valentín». Él solía diseñar los afiches de sus propias obras.
Contreras aportó con otra letra para el cancionero de Illapu. El dúctil creador escribió en 1987 la conocida «Mande Mandela», en homenaje al líder sudafricano víctima del apartheid en su país. Pero, como en el caso anterior, ambos vuelven a disentir en el origen de la canción: mientras Márquez plantea que le pidió a Contreras que hiciera una canción sobre Nelson Mandela, Contreras dice que sus versos nacieron por iniciativa propia, producto de la admiración que él sentía por la figura de «Madiba».
«Yo crecí con el sabor de la poesía de Nicolás Guillén y de ahí nace aquello de ‘Mande, Mandela’», cuenta Víctor, quien esta vez aprobó el «mayibuye Mandela mande ya» que Illapu agregó sobre el final. La canción fue grabada en el álbum «Vuelvo amor… vuelvo vida» (lanzado en 1991), el primer disco de estudio de la banda nortina tras volver del destierro. En la carátula del disco «Para seguir viviendo», Contreras figura en los créditos como V. Tapia; en «Vuelvo amor… vuelvo vida» aparece como Víctor Tapia.
Como muralista de la BRP durante la Unidad Popular, recuerda Contreras, había pasado muy cerca de las balas que disparaban a quemarropa grupos de extrema derecha. Poco después del golpe de Estado, en tanto, fue bajado de un avión y detenido por error durante algunos días: había sido confundido con el nombre de su padre, que a la sazón ya se había refugiado en Alemania Oriental. En 1974, Contreras hijo partió a Argentina, donde fue perseguido por el régimen de Isabel Perón, antes de recalar en la RDA. De manera que, asilado en Alemania del Este, la pintura, las artes gráficas, el teatro y las letras constituyeron una suerte de terapia para exorcizar los miedos.
– Cuando uno ha estado cerca de la muerte, sabe lo que es Rodrigo Rojas, sabe lo que son las llamas y las hojas. Yo no me creía poeta. Mi fuerte era el teatro, y el teatro político. Pero cuando te duele algo, escribes algo. Esta noticia de Rodrigo Rojas había dado la vuelta al mundo y mostraba la brutalidad de Pinochet. Me siento muy orgulloso de haber escrito esa canción. Mi esposa española me contó que una vez la escuchó en un restorán cerca de Puerto Varas y me puso contento. Esa canción es puro amor.
Increíble y terrible historia ! Yo nací en Cordoba , Argentina y recuerdo desde comienzo de Los años 80 la inmigración chilena a argentina, recuerdo el nivel de consciencia social que se tenia Tal vez les deba a mis hermanos chilenos ! Esa consciencia ese sentimiento profundo de indignación por la injusticia, por los abusos del poder !
Hermoso comentario desde allende los Andes. Un abrazo. Increíble que desde allá valoren tanto a Illapu. ¿Vives en Córdoba también?