Originaria de Melo, cerca de la frontera con Brasil, la cantautora uruguaya se presentará por primera vez en el país: hoy en Valparaíso y mañana en Santiago. En su cuarto y último disco, titulado Marimorena, musicaliza -valiéndose del candombe, el tango, la milonga y el samba -la obra de una poeta afrouruguaya invisibilizada por la sociedad de su país: Virginia Brindis de Salas, cuyo trabajo fue aclamado por Gabriela Mistral. En Marimorena, Patricia contó con la colaboración de Chico César, a quien logró contactar en una increíble historia.
Por Cristian González Farfán
Casualidad o no, Violeta Parra y Víctor Jara, dos de los máximos referentes de la música chilena, aparecieron en el horizonte de la compositora uruguaya Patricia Robaina en esta gira que emprendió por Argentina y Chile. El 14 de julio pasado estuvo en el Bachillerato Popular Violeta Parra en Mendoza, Argentina, y mañana sábado 22 se presentará en la Casa Víctor Jara en Santiago (Lago Calafquén #2690, Pedro Aguirre Cerda).
«Ha sido increíble, no es algo que pensé ni programé. En el Bachillerato Popular Violeta Parra conocí a luchadoras sociales que están en la educación no formal y que sostienen ese espacio. Y lo de la Casa Víctor Jara fue a partir de un compañero uruguayo y una compañera chilena que me hicieron el contacto», comenta Robaina, compositora, investigadora, docente, activista y militante, entre tantas otras labores que cumple en el cotidiano.
En esta primera visita a Chile, Patricia Robaina se presentará hoy en la Junta Vecinal N° 20 del Cerro Monjas (Galleguillos 108, cerca de Plaza Esmeralda), en Valparaíso, a partir de las 18.00 horas, con Melissa Johnson y Claudio Martínez como invitados. En el puerto hará la presentación de «Milonga de la libertad», que resume sus cuatro discos publicados: Canciones para responder lo que nadie pregunta (2016), Cancionero de juguete (2019), Críptico (2020) y Marimorena (2022). Mañana sábado en Santiago, también a partir de las 18.00 horas, Robaina compartirá escenario con la chilena Nancy Torrealba, el chileno Al Rojo, la haitiana Thaïna Henry, entre otros y otras artistas.
En Cancionero de juguete y Marimorena, Robaina comenzó a hurgar en una faceta inédita para ella: la de musicalizadora de poetas uruguayas. En el primer caso, convirtió en música los textos de la docente, poeta, titiritera y activista política de Melo, Teresita Cazarré; y en el segundo caso, Robaina desarrolló un valioso trabajo de investigación y recopilación de la obra de Virginia Brindis de Salas (1908-1958), periodista, activista y poeta afrouruguaya que en los años 40 denunció las injusticias sociales contra la población afrodescendiente de su país. En ese disco contó con la colaboración de un nombre grande en la música brasilera y latinoamericana, Chico César, a quien contactó gracias a una increíble historia. Chico participa en la canción «Quítate la venda».
Originaria de Melo, cerca del límite con Brasil, Robaina trae a Chile su «música urbana con aires de frontera», como ella misma la define. Es común percibir en Marimorena referencias al samba brasilero, pero principalmente al candombe. También al tango y la milonga. Para llegar hasta territorio chileno, de hecho, salió por la frontera uruguayo-brasilera, atravesó toda Argentina para parar en Mendoza y el lunes 17 cruzó por tierra la blanca y majestuosa cordillera de los Andes.
-¿Cómo se dio esta oportunidad de hacer esta gira y venir a Chile?
-Bueno, yo estoy trabajando con algunas poetas de Brasil en términos de poesía política. En enero y febrero hicimos cosas en Brasil y quedamos en hacer una gira. Ellas siguieron conmigo hasta Mendoza y tuvieron que volver. Había tenido invitaciones de algunas compañeras cantoras para venir acá. Pero no se había dado porque soy mamá de una chica que ahora tiene 17 años, y por diferentes razones ella no podía salir del país. También soy docente, entonces organizarme para estas giras demanda mucho tiempo. Pero ahora estoy dedicada a tener tiempo para actuar y cantar.
-Has manifestado tu admiración por la obra de Violeta Parra, ¿cuán conectada estás con su obra?
-A Violeta la conocí de grande y fue algo impresionante. Yo de alguna manera hago algo parecido, rescatando poetas y música popular en Uruguay. Cuando la conocí, no lo podía creer. Me dio mucha fuerza, porque con los pocos recursos que tenía hizo mucho, y también ahí hay una lectura política de cómo pudo presentarse. Eso me hace entender otros caminos me hace conocer otros caminos y a otros y otras poetas. Estamos en un momento muy complicado en Latinoamérica y eso me hizo tener la necesidad de salir con mi guitarra.
-¿Y has sentido el espíritu violetero en tu corta estadía en Santiago?
– En ese colegio de donde canté (Colegio Consolidada Dávila de Pedro Aguirre Cerda, donde se presentó delante de niños y niñas migrantes), yo decía «acá está Violeta». Sentí la presencia de ella. Yo no creo tanto en algunas cosas, pero en otras sí. Es una casualidad no tan casualidad que justo esté en esos lugares, y en otros lugares a los que me van llamando. Capaz que tiene que ver porque ando por los mismos caminos que las compañeras y compañeros que sostienen esos espacios.
-¿Marca un sello en tu obra que seas originaria de Melo, en el interior de Uruguay, y no de Montevideo? En tu definición, además, declaras que haces música urbana con «aires de frontera».
-Claro. No es lo mismo nacer en Montevideo que en el interior del Uruguay. Nuestro país es muy pequeño, pero el interior de Uruguay es otro país, Si bien hago música urbana, porque vivo en una ciudad fronteriza, obviamente traigo otras cosas para decir, otros paisajes, otras problemáticas. Melo es una ciudad que vive del contrabando y que ha sido marcada en la música popular por Osiris Rodríguez Castillos (insigne poeta, escritor, compositor e investigador uruguayo). Su canción «Camino de los quileros» es en referencia a Cerro Largo (departamento cuya capital es Melo), que es por donde me vine ahora en esta gira. Hay un camino rítmico e histórico que no es el mismo trazo de Montevideo. Yo trabajo mucho con el candombe, que en el interior de Uruguay no es reconocido, sino que se afirma que es de Montevideo. Mi trabajo tiene que ver con eso: con el rescate del idioma «corrupío», que son palabras afrodescendientes que están en el lunfardo. Como la palabra «cacunda», que la ocupamos en mi pueblo y refiere a llevar a un niño a los hombros. Esas palabras formaron parte de Marimorena. Hay una riqueza no ha sido contada. También ha sido una resistencia enorme dirigir una murga en el interior del Uruguay. Dirijo la murga mixta «La Muleque», en Melo, y anteriormente dirigí «Que la parió», una murga de mujeres en San Carlos, cerca de Maldonado, en un mundo dominado por varones. Eso fue otro golpe de resistencia.
El universo de Virginia Brindis de Salas
Aunque producido en 2019, el proceso de presentación de Marimorena fue detenido por la pandemia. Disponible desde 2022 en las plataformas digitales, este disco le insumió un tenaz trabajo de investigación sobre la poeta uruguaya que aún tiene cabos sueltos. Se cree fehacientemente que Virginia fue la primera poeta negra en publicar un libro en Latinoamérica. Su legado artístico y su activismo a favor del feminismo y de la población afrodescendiente uruguaya fueron aclamados por el cubano Nicolás Guillén y la chilena Gabriela Mistral. Estando en Chile, de hecho, Patricia Robaina sueña con encontrar alguna correspondencia entre Gabriela y Virginia.
– ¿Cómo llegaste a descubrir a Virginia Brindis de Salas?
-Bueno, hace muchos años que ando con Virginia. Un día estaba enferma, no fui a trabajar y me puse a leer cosas. Apareció una fotografía de un pintor uruguayo que estaba al lado de una poeta llamada Virginia Brindis de Salas. Mi mamá era poeta, y yo siempre había leído mucha poesía, pero no sabía quién era. Y enseguida me salió la música para Marimorena. Me pasé desde las 10 de la mañana hasta la noche musicalizando sus poemas. Y después de que hice las canciones, me puse a buscar quién era Virginia.
-¿Y cómo fue ese proceso?
-Me pasé mucho tiempo buscando a personas que la conocían. Me presentaba en bares, tertulias poéticas. Hasta que pasaron dos años y di con una mujer que conocía a la hija de Virginia, que iba a la misma peluquera que mi amiga. En algún momento fui, conocí a la hija, fui a su casa, le pedí autorización y le mostré las canciones. Seguí investigándola y de una manera muy extraña di con mi pueblo. Virginia fundó el primer diario de lucha afrodescendiente del Uruguay en Melo. También ayudaba a trabajadoras domésticas. Hay más cosas muy misteriosas.
-¿Cómo fue eso de que Gabriela Mistral tuvo contacto con ella?
-Es así. Gabriela Mistral manifestó que Virginia estaba siendo muy discriminada en Uruguay. La acompañó ella y la acompañó Nicolás Guillén. Virginia era sobrina de Gabino Ezeiza (músico afroargentino a quien se le reconoce la introducción de la milonga en la payada) y sobrina de Claudio Brindis de Salas, un reconocido violinista cubano que sería su padre y no su tío. Tengo fotos de Virginia con Gabriela Mistral.
-¿En serio?
-Sí, en esos encuentros de feminismo se sabe que Virginia conoció a Eva Perón. Me metí en archivos de la nación en Argentina en el gobierno de Macri, lo cual fue muy difícil. Ahora fui otra vez y es peor. Vengo haciendo un trabajo muy grande, pero estoy en esta transición de dejar esta investigación un momento y dedicarme más a cantar, porque estoy recibiendo muchas invitaciones. Me encantaría aquí en Chile encontrar correspondencia entre Gabriela y Virginia. Y tengo la esperanza de encontrar la voz de Virginia. Ella trabajó en radio y hacía alocuciones en los actos políticos.
«No es lo mismo nacer en Montevideo que en el interior del Uruguay. Nuestro país es muy pequeño, pero el interior de Uruguay es otro país, Si bien hago música urbana, porque vivo en una ciudad fronteriza, obviamente traigo otras cosas para decir, otros paisajes, otras problemáticas».
– En el primero de los dos libros de Virginia, «Pregón de Marimorena» (1946), ella evoca a una «canillita» (vendedora de diarios), por medio de quien realiza una crítica feroz al periodismo. ¿Hay certeza si esa «canillita» existió?
-Ese es un misterio enorme. Si buscas la definición de «canillita», te aparecerá «vendedor de diarios varón». Esta es la lectura de una mujer que vendía diarios. No sé si es ficticia o real la historia, porque la hija no sabía nada de la obra de su madre. Lamentablemente creo que nos vamos a quedar con ese misterio. Igual, antes de venir aquí, encontré por primera vez a una mujer que fue amiga de Virginia. Vive en Tandil, Argentina.
-¿Cómo se dio la colaboración en Marimorena de un gran nombre como Chico César? ¿Lo conocías?
– Esa es otra cosa tremenda. Yo en pandemia perdí a mi madre. En Uruguay era una poeta muy reconocida, publicó 11 libros. Yo desde niña crecí escuchando a Chico César, porque mi mamá lo adoraba. Cuando falleció mi madre, trágica y rápidamente, su deseo era que sus cenizas fueran al mar. Desde que pasó eso, nunca más fui al mar. Fui a ver a un amiga y estábamos charlando de que íbamos a bajar al mar. Bajamos un poco más tarde y cuando apenas levanté la vista pasó caminando Chico César. Ella lo llamó, le contó lo que yo estoy haciendo con Marimorena y me dijo que quería ir a verme. Al principio no se dio ese encuentro, porque fue en plena pandemia. Quedamos comunicados, lo invité a grabar una canción y me dijo que sí, que encantado. Intentamos tres veces grabar, pero por el aforo no se podía. Él, muy humilde, me dijo que si no podíamos encontrarnos, iba a grabar igual. Al final el encuentro se produjo en Uruguay y grabamos juntos. Le dio una gran fuerza al trabajo de Virginia, porque también él es un referente en la lucha por los derechos de los afrodescendientes en Brasil.
-Pero no solo musicalizaste a Virginia, sino también a Teresita Cazarré, donde rescatas el mundo de niñas y niños nacidos en Melo, tu pueblo. ¿Cómo fue el proceso de trabajo en Cancionero de juguete?
Bueno, hasta antes de esto, yo solo componía canciones. Nunca me había dado por musicalizar a poetas. En mi casa podía no haber pan, pero poesía había y eso me marcó mucho. Sentía que la poesía traía su propia musicalidad. Yo conocía de niña a Teresita Cazarré. Ella falleció de cáncer y nunca llegó a ver este trabajo. En mi casa ella era muy respetada. En la dictadura ella fue destituida y salió con títeres a diferentes partes de Uruguay. Fue parte del movimiento Escuela de la Mina, un proyecto emblemático de educación popular en nuestro país. Nadie recordaba sus canciones. Me encontré con su poesía y empecé a musicalizarla. Aparecieron las melodías, los títeres y el mundo infantil que ella representaba. Virginia y Teresita aparecieron juntas en mi vida para musicalizarlas.
-Por último, tanto Chile y Uruguay comparten la misma herida de los 50 años del golpe civil-militar. ¿Cómo te toca en este año tan significativo estar en nuestro país en este minuto?
-Bueno, traigo mi presentación «Milonga de la libertad» para reunir mis cuatro discos. Hay que conocer lo que está pasando. Es la única manera que tenemos para resistir a este bloqueo capitalista. Es necesario más que nunca hablar de la memoria, defender lo que es recordar, en un mundo invadido por la tecnología que es para sumar, pero cada vez perdemos historia, cultura y raíces. La canción es una forma de resistir, es muy poco lo que puede hacer la canción. Pero es algo.
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