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Max Berrú: «Víctor Jara no era bueno para la pelota, pero sí muy entusiasta»

Para Max Berrú, cofundador de Inti Illimani, el fútbol no es solo un pasatiempo: jugó en las juveniles de la Liga Deportiva Universitaria de Quito, llegó a Chile para ver el Mundial del 62 y conoció la faceta deportiva de su amigo Víctor Jara. «Quiero que gane Ecuador», dice, sin tener el corazón dividido.

Aunque Max Berrú, cofundador de Inti Illimani, nació en la mitad del mundo, en cosas del fútbol no tiene ambivalencias. «No existe eso del corazón dividido. Vivo en Chile, pero ante todo soy ecuatoriano y quiero que gane Ecuador», aclara el músico, hoy candidato a concejal por Ñuñoa.

La ligazón de Berrú con el fútbol va más allá del pasatiempo. Viajó en barco desde Ecuador a Chile para ver a Pelé en el Mundial de 1962 y jugó por las series juveniles de Liga Deportiva Universitaria de Quito (LDU). Ello, finalmente, lo llevó a estudiar en la Universidad Técnica del Estado (UTE), donde coincidió con Jorge Coulon y Horacio Durán. «Chile era un país muy diferente, era un privilegio ser extranjero acá, la gente era más solidaria y hoy se han perdido esos valores», dice.

«Entré a Ingeniería Mecánica por el fútbol. Había solo dos cupos extranjeros para cada especialidad y pedí una carta de recomendación al DT chileno Román Soto, que dirigía el primer equipo de Liga de Quito», recuerda Berrú, quien introdujo piezas del cancionero popular ecuatoriano como Vasija de barro y El canelazo en el repertorio de los Intis.

– ¿Cómo recuerda ese viaje a Chile para el Mundial del 62?

– Viajé una semana en barco, porque no tenía plata para el avión. Era hincha de Brasil, había visto a Pelé en Suecia 58. Me fui solo con mi guitarrita, cantaba en la cubierta de los pasajeros y me enamoré de Valparaíso cuando llegué y vi las casas de los cerros, era una coreografía, un espectáculo. Lamentablemente Pelé se lesionó, pero vi varios partidos, de Brasil y Chile. Acá también me hice hincha de la U, hasta ahora soy socio y me tocó la época del Ballet Azul. Ahí conocí a Leonel Sánchez, al Fifo Eyzaguirre, a Rubén Marcos.

– ¿Y siguió jugando en Chile?

– Claro, entrené con el equipo de la UTE que jugó en segunda división y del que salieron muchos jugadores importantes. Jugué por la selección de la UTE en torneos interuniversitarios y también en ligas de barrio, pero después me dediqué a la música y a estudiar. No tomaba ni fumaba, me cuidaba mucho.

-¿En LDU nunca jugó por el primer equipo?

– No alcancé a debutar. En mi época jugaban los hermanos Zambrano, figuras de Liega, y era imposible jugar si estaban ellos.

– ¿Le gustaba el fútbol a Víctor Jara? Usted era amigo de él.

– En la época del paro de los camioneros, el PC hacía reuniones en una casa de El Arrayán. Ahí había una cancha y una vez jugamos un partido con una delegación soviética. Víctor era delantero y jugaba con mucha pasión. Lesionó a dos compañeros soviéticos y después andaba diciendo que nos iban a quitar toda la ayuda económica, jajá. Digamos que no era bueno para la pelota, pero sí muy entusiasta.

Me fui solo con mi guitarrita, cantaba en la cubierta de los pasajeros y me enamoré de Valparaíso cuando llegué y vi las casas de los cerros, era una coreografía, un espectáculo.

–  ¿Los otros Intis eran tan futboleros?

– Yo era el más. En el exilio en Italia formé un equipo que se llamaba Inti Illimani y jugábamos amistosos en medio de las giras. Yo era hincha de la Roma. Como nos habían quitado el pasaporte chileno, hacíamos partido con la policía internacional y nos dejábamos perder para que nos dieran la autorización de salir y volver al país después de los conciertos. También jugamos con los Quilapayún en Colombes, la comuna donde ellos se exiliaron en Francia. Más adelante, Santiago del Nuevo Extremo fue a Alemania, grabamos una canción (La mitad lejana) y jugamos baby. Ellos eran más jóvenes y recuerdo un pisotón que me dio Lucho Le-Bert, era loquísimo para jugar. Estaba en disputa la Copa Macondo, jajá.

– Debe haber más historias de fútbol en el exilio…

– Muchas. Una vez organizamos un partido en el exilio y el otro equipo tenía 11 jugadores y nosotros empezamos jugando con 9. A ese partido invitamos a jugar a Osiel Núñez, ex presidente de la Federación de Estudiantes de la UTE y metió un gol. Jorge Coulon pensaba que a Osiel lo habían matado después del golpe militar, así que imagínate lo que pasó cuando fue a abrazarlo y se dio cuenta. Se pusieron a llorar. Los italianos no podían entender cómo había tanta emoción por un gol, los veían como exagerados.

* Publicado originalmente en el diario La Hora.

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