Loncon reclama un Estado plurinacional e intercultural y el derecho a la tierra y al territorio de las naciones originarias. Asegura que aportarán nuevos paradigmas al debate en la Convención Constitucional, entre ellos, reconocer los derechos de la naturaleza.
Elisa Loncon Antileo aprendió desde muy pequeña a escuchar historias. Solía pasar horas en el interior de su ruka de la comunidad mapuche de Lefweluan, en la región de la Araucanía, asimilando cada relato que brotaba de la boca de su padre, su tía u otro familiar. Ese encantamiento por la palabra la llevó, varios años después, a profundizar sus estudios sobre el mapudungun como lengua nativa y a revitalizarla en diferentes espacios académicos y territoriales, siempre en el contexto de despojo sufrido por el pueblo mapuche a manos del Estado chileno.
Hoy titulada como profesora de inglés en la Universidad de la Frontera de Temuco, actual académica de la Universidad de Santiago y experta en interculturalidad con postítulos en universidades de varios países, Loncon ocupará uno de los 17 escaños reservados para pueblos originarios (siete de ellos son para representantes del pueblo mapuche) dentro de la Convención Constitucional. Avanzar hacia un Estado plurinacional e intercultural se inscribe entre las demandas prioritarias que Loncon buscará instalar en la nueva Constitución.
—¿Qué cortapisas visualizó usted en la elección de los pueblos originarios?
—Este proceso es histórico porque las naciones originarias no hemos participado en ninguna otra Constitución chilena. El sistema por escaños reservados fue definido por la elite política, no por nosotros, y tuvo una serie de limitantes. El gobierno no se hizo responsable de promover esta votación. Como candidatos, asumimos en cinco meses un trabajo con las bases, pero fue imposible llegar a todos los territorios. Intentamos hacerlo vía redes sociales, pero la brecha digital en las comunidades es importante, no hay Internet en los sectores rurales ni en los sectores más marginales de las mismas ciudades. La gente votó muy desinformada y otros no votaron, sobre todo por la mala imagen que hay de la lucha mapuche. Estamos en un contexto de negación y, sin embargo, pudimos instalar siete constituyentes del pueblo mapuche, cuyas candidaturas fueron propuestas por las respectivas organizaciones de base para defender los derechos de las naciones originarias.
—La plurinacionalidad es una demanda histórica, pero ¿cómo instalarla en la Constitución sin que sea algo meramente declarativo? ¿Qué otras temáticas serán prioritarias?
—Vamos a iniciar la discusión por un Chile plurinacional e intercultural, donde se asuma que las naciones originarias tenemos derechos colectivos distintos a los de la sociedad chilena. La plurinacionalidad y la interculturalidad son principios que luego orientarán las normativas. Un Estado plurinacional reconoce las naciones preexistentes al Estado chileno y que estas están organizadas y respetan los derechos de la madre naturaleza. Con esa gran definición, la bajada de la plurinacionalidad debe traspasar la institucionalidad chilena, que tendrá que incorporar este concepto y el ejercicio de esos derechos en los territorios. En la demanda particular del pueblo mapuche, clamamos por el reconocimiento del derecho a la tierra y al territorio. Ese reconocimiento va a ser relevante, porque nunca más nos van a perseguir por las manifestaciones de recuperación de nuestras tierras. Un pueblo sin tierra no existe, no puede proyectarse. Nosotros fuimos y somos dueños del Wallmapu. Chile tendrá que reconocer este espacio territorial, porque es el derecho que le compete a la nación mapuche. Eso no implica poner una frontera. No implica hacer un estado dentro de otro estado, sino compartir una institucionalidad plurinacional en la que los pueblos originarios puedan ejercer sus derechos. En alguna parte de la Constitución se tiene que instalar la autonomía de la nación mapuche.
—¿Considera que hay un sentir compartido entre las demandas de las naciones originarias y las del pueblo chileno?
—Hay que entender que las demandas de las naciones originarias tienen su correlato o se hacen inteligibles con las demandas del pueblo chileno. La demanda por autonomía de los territorios originarios fortalece la discusión sobre la descentralización regional. Ahí se puede dialogar. Por ejemplo, el reconocimiento de los derechos de la naturaleza es algo urgente que requiere la población chilena, sobre todo ahora en pandemia. Los pueblos originarios siempre hemos defendido la naturaleza, pero la llegada de los españoles instaló el pensamiento eurocéntrico de que la tierra es un recurso natural manejado por el ser humano. Si la sociedad chilena no detiene esa manera de explotar la naturaleza, las dificultades para el futuro serán fuertes en términos de salud y bienestar. Esa demanda de protección de la naturaleza es compartida con el pueblo de Chile. Obviamente los empresarios tienen una política diferente, pero son minoría. No representan el sentir del pueblo y su ética está poco centrada en la defensa de la dignidad humana.
—¿Cómo imagina el funcionamiento de la convención?
—Es fundamental que este proceso sea una discusión transparente y pública, que los pueblos sepan qué temas se están tratando y que tengan instancias de participación en la convención. Yo, por ejemplo, represento a la Vocería Plurinacional, que es una coalición dentro del pueblo mapuche. A mí me encantaría, y a la gente que me eligió también, que la convención sesionara en los territorios. No puede ser entre cuatro paredes en Santiago, porque eso echa por tierra todo lo que la origina: un estallido social en que la gente dijo «basta» a un modelo y una metodología binaria, donde los que tienen el poder definen y el resto queda marginado.
—¿Qué le dice la configuración de la convención: muchos oficios o profesiones, gente de regiones y ausencia de colegios de elite?
—Me parece que, de alguna manera, se rompió el cerco establecido por los partidos políticos que quisieron imponer sus reglas de juego para la convención, pero perduraron la voluntad y los métodos propios de los territorios, en términos de que los y las candidatas fueron elegidos por las asambleas, los cabildos. Nosotros también tenemos nuestros métodos participativos, comunitarios y colectivos. Refleja una manera de entender la sociedad, que no es homogénea y que responde a diversos intereses.
—Pese a todas las cortapisas impuestas, ¿de qué manera vive este momento histórico de los pueblos originarios dentro de la convención?
—Nuestra contribución es invaluable, histórica; tiene una memoria, unas identidades y un saber que se han intentado borrar. Ahora las naciones originarias tenemos la posibilidad de contribuir sustantivamente a la refundación de Chile. No solo es llevar las demandas, sino contribuir al debate, con paradigmas que no son propios de la cultura chilena. La visión de la naturaleza como madre no está instalada en la cultura chilena, que la percibe como un recurso. Chile se va a enriquecer y la democracia se va a ampliar.
—Finalmente, ¿qué opinión tiene usted respecto de que no todos los constituyentes de pueblos originarios estarían por transformaciones sociales? ¿Cómo se abordará este tema?
—Sabemos que hay representantes de pueblos originarios que tienen vínculos más neoliberales. Pero no debemos perdernos en ese juego, porque a las posiciones hegemónicas les interesa tomar a gente originaria para sus propios grupos, para manipular, como lo han hecho siempre. Nosotros tenemos que ser consistentes en defender los derechos de las naciones originarias, defender la propiedad colectiva, que siempre se opone a la propiedad individual. Para vivir nuestra cultura, necesitamos propiedad colectiva. No digo toda la tierra, pero sí los humedales, lagos y cerros que tienen espiritualidad, que inciden en nuestro comportamiento. Eso tiene que orientar nuestro trabajo en la convención; los demás son intereses que no son de los pueblos originarios. No me cabe duda de que la elite política intentará desesperadamente mantener el control, pero debemos tener la inteligencia y la ética colectiva por la cual nuestros pueblos nos mandataron a estar ahí.
Publiicado originalmente en Semanario Brecha de Uruguay.
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