Este instrumento de 25 cuerdas usado en el canto a lo poeta tiene un aura mística y un sonido envolvente, dicen sus cultores.
Alrededor del árbol que acoge la tercera romería al músico Nelson Schwenke, en la esquina de Bilbao con Lyon, el payador Hugo González pulsa las cuerdas de su guitarrón chileno e improvisa una décima, estrofa compuesta por diez versos octosílabos, en honor al fallecido fundador de Schwenke y Nilo. Nadie habla. Nadie siquiera susurra.
“Nelson Schwenke, mientras remas/por los celestes canales/fluyen aquí los raudales/de tu canto como emblema…”, empieza González, acompañado de este instrumento, único en el mundo y solo presente en territorio chileno.
Oriundo de San Carlos de Ñuble, Hugo González aprendió a tocar el guitarrón chileno cuando se vino a estudiar a Santiago, donde entabló contacto con otros payadores y guitarroneros. “Pedro Yáñez me prestó su guitarrón por tres meses y aprendí. Fui autodidacta. Luego mandé a hacer el mío con Anselmo Jaramillo, uno de los pocos luthiers que construye guitarrones”, dice González.
El guitarrón chileno en nada se parece al mexicano. Tiene 25 cuerdas, agrupadas en cinco ordenanzas, más dos “diablitos” a cada lado, y ha sido usado por siglos para el canto a lo poeta (canto en décimas), que se divide en canto a lo divino (temas religiosos) y el canto a lo humano (temas terrenales). Los payadores, aquellos cultores que improvisan poesía, también suelen acompañar sus versos con la “guitarra grande”, el otro nombre del guitarrón chileno.
Más dudas, sin embargo, habitan sobre su origen. Hugo González, además compositor y autor de libros de sonetos y décimas, dice que “el guitarrón supuestamente llegó desde la cultura arábiga y fue perseguido, pero aquí adquirió su forma y afinación definitiva. Para mí, es un hijo legítimo del laúd. Tiene derecho a ese misterio, no hay que escarbar: hoy se toca y no es una pieza de museo”.
Alfonso Rubio, guitarronero y payador de Pirque, asegura que el guitarrón no tiene antecedentesen otra parte del mundo. “Gabriela Pizarro, una de nuestras folcloristas más importantes, anduvo en España por los años 80 y estuvocon Joaquín Díaz, un recopilador tan importante como Violeta Parra. Ella le preguntó si había escuchado hablar del guitarrón, y él le dijo que no, ni en la tradición escrita ni oral. Entonces, para mí, es chileno, se inventó aquí”, dice Rubio, quien aprendió el arte de payar con su hermano Santos Rubio, uno de
los máximos referentes del oficio.
El aura mística
El guitarrón, si bien no estuvo en riesgo de desaparecer, descansaba en muy pocas manos. Hacia fines de 1960, el investigador Juan Uribe Echevarría descubrió que sólo era tocado por cinco personas en la zona de Pirque. “Por eso decimos que Pirque es la cuna del guitarrón”, dice Alfonso Rubio.
El instrumento, entonces, se diseminó hacia otros rincones del país, “y hoy lo encuentras desde Copiapó hasta la Décima Región”, agrega Rubio. Y la melodía para acompañar las décimas varía según el lugar. “Por eso existe la principalina (que alude a El Principal de Pirque), la codeguana (de los cultores de Codegua) y la arcayina (del pueblo de Lo Arcaya)», explica Hugo González.
Tanto su forma como su sonido envolvente, muy similar al del arpa, han dotado al guitarrón de un aura mística. “De hecho, cuenta también con dos puñales, que simbolizan el duelo de los payadores”, apunta Rubio. “Para mí es un instrumento sagrado”, añade el cultor pircano, quien recuerda cómo los antiguos bautizaban el guitarrón antes de tocarlo, ya sea en un estero, una quebrada o un río en Pirque.
Su renacer
Si el aparato sonoro de 25 cuerdas ha cobrado un nuevo impulso se debe, en parte, a los 16 encuentros de guitarroneros que se han realizado en Pirque, y a los talleres de guitarrón que se realizan desde 2000 en Puente Alto. Ambas instancias son encabezadas por Alfonso Rubio. “Ahora hay muchos guitarroneros y muy buenos”, asegura Rubio.
“Para aprender a tocarlo, yo pasé por lo mismo. Yo tenía que trabajarle a mi hermano Santos, y él me prestaba su guitarrón. Si me decía que tenía que devolvérselo a las cinco de la tarde, yo estaba a las cuatro y media para que me lo pasara otra vez», recuerda entre risas el hermano menor de los Rubio.
El guitarrón pobló recién los grandes escenarios en la década del ochenta. Antes, solo se hacía en ambientes más familiares. “Don Isaías Angulo, quien le mostró el guitarrón a Violeta Parra, iba a jugar rayuela y llevaba el instrumento para entretener a la gente, ese era el ámbito donde se tocaba”, asegura Rubio.
Gracias al boom de los payadores como Pedro Yáñez, Benedicto “Piojo” Salinas y el mismo Santos Rubio, el instrumento se hizo mucho más conocido y hoy es posible sentir su timbre en encuentros de payadores o de guitarroneros en todo el país. “Siempre digo que el guitarrón es un misterio que entrega sabiduría y él elige, no uno. El canto tiene millones de años hacia atrás y millones de años hacia el futuro. Nosotros somos un eslabón; y el canto nos elige», postula Alfonso Rubio.
Guitarroneras
Históricamente el instrumento fue asociado a lo masculino. “Siempre se decía que el hombre tocaba el guitarrón; y las mujeres, cuecas y tonadas. Era mal visto una mujer que quisiera tocar guitarrón”, subraya Alfonso Rubio. Ni Violeta Parra, según Rubio y González, quiso tocarlo por respeto a esa tradición.
Sin embargo, y de la mano con el cambio cultural de la sociedad chilena, han ido emergiendo guitarroneras. Una de ellas es la payadora María Antonieta Contreras, quien suma un año y medio en los escenarios
con el cordófono en sus manos. “Yo fui autodidacta, aprendí de mis compañeros de camino como Manuel Sánchez, Rodrigo Núñez, no tengo un solo maestro de guitarrón”, asegura ella.
“Es cierto que aún somos pocas mujeres, pero jamás he recibido un cuestionamiento, eso era un problema de las generaciones anteriores”, dice Contreras, socióloga de profesión, para quien el guitarrón “es un instrumento mágico. Es equivalente al kultrún para la machi. Para el cantor o la cantora, el guitarrón es la extensión de su cuerpo y su espíritu”.
* Publicado originalmente en La Hora.
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