Bruno y Rosa viven en Sassari, al norte de Cerdeña, y recorrieron la isla de punta a cabo para dejarme en Cagliari, donde yo tomaría vuelo a Napoli al día siguiente. Bruno me había advertido que en Cerdeña había vestigios de sus culturas originarias. «Acá hay monumentos prehistóricos como los menhires», me dijo Bruno, ante mi sorpresa. Bueno, en el camino a Cagliari, pasamos por uno de los «nuraghes» (así se les llama a los centros ceremoniales de la cultura nurágica que pobló Cerdeña hace miles de años) más reconocidos: el de Santu Antine (en idioma sardo). Es algo impresionante. Unos montículos de piedra súper bien conservados que se replican a lo ancho de la carretera que va a Cagliari. El más famoso, sosí, es el de Barumini, designado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Antes de ir a Barumini, pasamos por un pequeño pueblo llamado Villamar. Bruno me había contado que este pueblo estaba colmado de murales, y era efectivamente así. Me impresionó en particular uno dedicado a cuatro cantores sardos que nunca, obviamente, había escuchado en mi vida. Pasamos solo por fuera de Barumini, pues había poco tiempo para llegar a Cagliari, y de vuelta por Villamar me pareció ver desde el auto la silueta de una bandera chilena. Bajamos. El mural estaba en una casa, homenajeaba a «Alan Jofré y Olga Sturla, compañeros de Chile», y firmaba un tal Cotza. Desde ahí se me abrió un umbral. La estética del mural era muy Brigada Ramona Parra, muy Mono González, muy chilena. Asombroso para mí; tanto más para Bruno y Rosa. Bueno, siempre nos arrepentiremos de no haber tocado la puerta de esa casa para saber más de la vida de Jofré. Porque al seguir recorriendo Villamar había otros murales dedicados a él, algunos desteñidos, otros full color, y otros que narraban la historia sarda y chilena. Bruno le preguntó en italiano a una vecina por si sabía algo de Cotza o Jofré. Ella poco conocía del caso. Nos fuimos a Cagliari con la pregunta en la cabeza, hasta que tuve acceso a internet. Muchas publicaciones hablan de la influencia chilena en el muralismo sardo. Y, gracias a la ayuda de Bruno en la traducción, supe algo que era medianamente obvio: Alan Jofré fue un exiliado chileno que se radicó en Cerdeña. Ya de vuelta en Chile, supe que existía una asociación de chilenos en Cerdeña, que ha participado en la restauración de esos murales. De Jofré y su señora Olga Sturla solo supe que murieron en Francia. Que Cotza seguía vivo, y efectivamente reside en la casa donde vimos el primer mural. Me gustaría saber más de Alan Jofré y Olga Sturla, e imagino que algunos contactos de Facebook, compañeros de exilio, o aliados en el muralismo en Chile, los pudieron conocer. Sepan que hubo un chileno que, emocionado, pudo conocer su legado en Cerdeña. Lástima que no tocamos la puerta de esta casa. Una pena.
Add a Comment